jueves, 17 de enero de 2008

De contratos sociales, gente tóxica y el número de Dunbar...

Pocas veces en mi vida, he leido con tanta facilidad un libro que no sea de ficción... O quizá porque si podría serlo... Iñaki Piñuel habla del neomanagement y los Jefes Tóxicos que tan facilmente procrean y las víctimas de estos...

Pero esta no es una crítica literaria, ni una alabanza a don Iñaki, sino más bien, mi propia reflexión profundamente inspirada por ese libro que debiera ser de lectura obligada en las escuelas de economía, particularmente las de "chicago"...

De los libros que yo debería leer, seguro que debiera estar "El Contrato Social" de Russeau teniendo algunas nociones, discutidas en ambientes indignos de la importancia de la obra, y pagado de mi mismo, como todo buen intelectualoide que se respete, en más de una oportunidad he recurrido -en forma ligera, claro- a Russeau para acallar a algunos anarquistas más simplones que yo... No es difícil, son pocos los que han leído y que tienen fé en lo que dicen, así que un par de preguntas, unas pruebas más o menos sencillas y se van de espaldas...

Eso hasta que leí el nuevo contrato social, propuesto por el neomanagement (y gran parte del liberalismo económico) y detectado como tal en el libro de Piñuel...

¿es posible que la sociedad llegue a ser su propia peor enemigo? es decir, una sociedad donde los socios actúan en contra de los intereses que han declarado como comunes?

Piñuel habla del nuevo contrato social, el de la indiferencia. Yo soy indiferente a tu dolor, a tus problemas, a tus emergencias, y eso no es meramente mirar hacia el lado, es un contrato: si el día de mañana, yo soy víctima, tengo problemas o emergencias, entonces no recurriré a ti.

Soy un individuo, soy fuerte y el medio me estimula a rascarme por mi mismo... Y si no llego a rascarme alguna parte que pica, no es cuestión de recurrir al del lado; es un problema mio, pues no me he desarrollado lo suficiente como para poder rascarme solito...
Hemos pasado de un imperativo ético social, a una situación de elección personal...

¿le suena conocido?

Nuestra sociedad declama algo así. Lo hemos visto en las AFPs: son sus propios ahorros y si no ahorró lo suficiente, entonces es su culpa, de nadie más... en las universidades: Ustedes se metieron a estudiar para peritos criminalísticos: wajajaja!!! en las empresas: Ud. no se ha actualizado lo suficiente; debió dejar de lado a su familia y hacer un postitulagrado en espiroquetas cromosómicas que nos permitieran mantenerlo empleado ya que su doctorado en espiroquetas subsónicas no le sirve de nada...

Pero esto no acaba ahí, tenemos un segundo nivel asociado a este contrato, y es el de aceptar como falla propia, aquellas situaciones donde uno es víctima de otros: ¿te asaltaron, pero como ibas sólo por ese lugar que es tan peligroso? ¿cómo no se te ocurre tener alarma en tu casa, es una invitación a los ladrones? ¡pero Natty, adolescente, ebria y con cuatro desconocidos, es tu culpa que te hayan filmado y subido a youtube!!! Y reconozcámoslo, no en pocas oportunidades caemos en ese pensamiento: "la víctima es la culpable"...

¿qué es lo que falla?

Hace pocos días asaltaron el local de una amiga. Ella lleva toda su vida en el barrio, su casa es de esas "herencias familiares" que recibió de su abuela (aún es de su madre) y espera legarle a sus nietas, su local, es un bazar (con una máquina de sencillito que ahora está devolviendo) y su seguridad está dada por un mesón alto y una clientela que -la mayoría- la conocen desde chica... Ella hace barrio. Su local es punto de encuentro y conversación... Desde el transantiago, el tag, pokemones o las elecciones, no hay tema tabú. Inmediatamente después del asalto, ella avisó a Carabineros y a la gente de Sencillito... Y aunque el sistema ha estado mal casi todo el mes, esta vez llegaron en menos de cinco minutos. No le preguntaron como estaba ella, sino que querían hacer el arqueo de la máquina. Y una vez hecho eso y habiéndole pedido que documentara la cantidad robada, la "instruyeron" para que pusiera una reja que proteja la máquina y la recaudación...

¿alo?
"lo que pierde el hombre por el contrato social es su libertad natural y un derecho ilimitado a todo lo que intenta y puede alcanzar; lo que gana en él mismo es la libertad civil y la propiedad a todo lo que posee." (JJR)
Por otra parte, Robin Dunbar, antropólogo, llegó -en 1992- a una conclusión más que interesante. Ningún grupo humano puede funcionar sin jerarquía si excede de 150 personas. Simple y sencillo, hay un límite en la cantidad de relaciones que se pueden establecer y, como aspecto interesante del tema, está dado por un tema fisiológico... (quizá algunas personas puedan establecer mayor número de relaciones, pero en el promedio, se mantiene; de ello, eso sí, se quitan las relaciones jerárquicas, un jefe no mantiene relaciones sociales con sus subordinados ni con sus superiores).

El problema del contrato social de Russeau, desde mi perspectiva, es que en nuestra sociedad globalizada, ese número mágico se alcanza fácilmente "lejos" de casa. Antes (y me refiero a apenas la década de los 80s) era necesario sostener un gran número de relaciones cerca de casa. Con nuestro almacenero y sus clientes habituales, posiblemente en el bar de Moe (o como se llame el local de su barrio, si Ud. no vive en Springfield) con los vecinos a los que había que conocer -y saber si tenían teléfono o incluso ofrecerles el propio- con los demás apoderados del colegio al que había que llegar caminando...

Pero la globalización, las nuevas tecnologías, y la bonanza económica, nos han cambiado el panorama.

Hoy pocos viven "cerca" del trabajo. Mejor aún, teniendo carreteras concesionadas y tag, puedo moverme 15 o 20 kilométros en pocos minutos y eso significa cruzar la ciudad de un extremo a otro (al menos una tan loca como Santiago).

Pocos mandan a sus hijos al colegio del barrio. Por el contrario, luego de un acabado estudio del SIMCE y la PSU, se opta por aquellos colegios de mayor prestigio y se contrata a la tia del furgón escolar... Que importa que los compañeros de mi hijo vivan al otro lado del mundo, si les toca hacer un trabajo en grupo, que se reunan en el mismo colegio con jornada escolar completa, y así no conozco a los padres (alguien me comentó que cada vez es más frecuente celebrar cumpleaños en los casinos de los colegios!!! ¿será cierto?)

Pocos conocen a los clientes habituales del almacenero... de hecho, pocos conocen al almacenero, para eso están los malls y los supermercados de lujo (¡uno en su barrio, si no ahora, lueguito!) y allí las prácticas de mobbing (de vuelta a Piñuel y los jefes tóxicos) impiden que se establezca una relación "cercana" entre asistentes de ventas y clientes...

Pocos conocen a sus vecinos... es más fácil chatear con aquellos con quienes compartimos ideales o gustos... Y a ellos los encontramos en facebook, messenger, o el blog... (¿habrá algo más extraño que una fiesta "de barrio"?)

Y no olvidemos el tomar vacaciones en algún resort perdido en el mundo, que me permita mostrar fotos de lugares (y lugareñas de pocas prendas) a mis conocidos de internet (alguien dijo flicker o fotolog?)

¿quién tiene tiempo para el mendigo del barrio? (a menos que sea el primo del ex-presidente)
¿quién reconoce a su cartero? ¿al basurero? ¿al vecino? ¿quién tiene tiempo que regalarles? en un mundo donde "tiempo es dinero"

Y más grave aún: quien tiene el privilegio de poder "desperdiciar" relaciones en esas personas, si sólo podemos manejar 150 relaciones estables???

Quizá sea hora de revisar nuestros contratos sociales. No está demás que un contrato no es para el momento en que somos amigos y nos queremos... es para aquellos momentos en que nuestras relaciones están tensas...


Si Ud. ha leido esto, le agradezco haberme colocado -aunque sea temporalmente- en ese exclusivo grupo de 150 relaciones. He hecho mi mejor esfuerzo para que no sea una mera pérdida de tan preciado bien...