viernes, 7 de marzo de 2008

Quien se ha llevado mi...

Cada vez que leo la famosa historia del queso (mejor si va con música de Sabina preguntando por su mes de abril) no puedo evitar tener un sentimiento encontrado.

Por una parte, no puedo negar la sabiduría del mensaje: el "queso", sea lo que sea eso, no es inmutable y en cualquier momento, puede "acabarse"... Pero por la otra, siento la amenaza latente por cuenta de aquellos que de tiempo en tiempo, tienen el queso en sus manos y por lo mismo, pueden presionar con la amenaza de quitárnoslo...

Me impresiona la historia esa... hace poco la comentada con un amigo, un experto en cambio que usa la historia en sus clases, tanto en la universidad como en empresas que deben aceptar y adoptar el "cambio" (Oh! Lavín, cuanta sabiduría en una propaganda)... Y, como es de esperar, cualquier conversación debe incluir un espacio no menor para enterarse de la vida, milagros y vicisitudes de nuestros conocidos, así que en un momento, nos acordamos de un amigo -llamémoslo Flanders- que hoy se encuentra bastante "atorado" en la empresa en que trabaja. Y como parte de la conversación, le cuento al experto en cambio (si el uso del título es maliciosamente intencional) que Flanders está esperando que lo echen de la pega... y mi amigo el experto me responde con algunas preguntas ¿pero está loco? ¿qué va a hacer Flanders fuera de la empresa? ¿esperará que lo contrate otra empresa igual y lo someta de la misma manera?
A Flanders le están quitando el queso. No es que se esté acabando, claro que no, pero hay un ejecutivo tóxico, un huevón de la peor especie, el que está haciendo con Flanders, el experimento del alemán con la pulga o del avaro con el caballo y como en ambos chistes, este ejecutivo va a llegar a una conclusión similar: justo cuando estaba por reponer la esclavitud, le renuncian los empleados...

Y claro, los ejecutivos tóxicos se conocen el cuento de memoria... Les es altamente funcional, repiten con insistencia: todo es dinámico; el que no se sube, se queda abajo; no dejes que se lleven tu queso, búscanos queso en otras partes. Nótese el uso intencional del plural: "búscanos" el ejecutivo tóxico sabe que necesita queso y por lo general, es incapaz de agenciarselo... así que consigue que otros (a quienes trata casi como esclavos) le busquen el queso, y como él es el jefe sabio, entonces no sólo le deben traer el queso a su oficina, también le toca la parte más grande en la repartición.

El problema del queso, tal y como lo detallaba hace años la serie "Babylon 5", es que es caos. El cuento parte con una declaración básica: el queso es lo que usted quiera que sea. Pero hay una gran cantidad de personas que prefieren que les digan desde fuera que es su queso, a definirlo por si mismas... Quizá sea necesario deternerse un poco en esto y retomar "Babylon 5", que como casi todas las grandes series de ciencia ficción, al final exploran preguntas mucho más filosóficas de lo que sus fans se atrevieron a imaginar cuando las empezaron a ver soñando con naves espaciales. En esta serie, y después de cuatro temporadas, la eterna dicotomía entre bien y mal, infierno y cielo, luz y sombra, ángeles expulsados y dios, se reduce a elegir entre dos preguntas:
"Quién eres", que es la pregunta del orden, la que lleva a tener un norte; esos principios fundamentales, invariantes, aquellos a los que en un momento el diputado Allamand se refirió poéticamente como las estrellas que guían al navegante cuando llega la oscuridad de la duda... Y a la que una amiga respondió con pasión: sólo una más del montón, ni virgen, ni bruja, ni madre, ni esposa...
"Qué quieres", que es la pregunta del caos, la que tiene tantas respuestas distintas como veces se haga la pregunta... Hoy puedo querer fama, mañana éxito profesional, pasado una relación de pareja, venganza, dinero, tranquilidad, placer, etc. Es la pregunta de la pirinola de las mil caras y cada respuesta obedece a la particular ordenación de los deseos y fuerzas que mueven a la humanidad y a cada persona en particular. Tal como señala la teoría del caos: hay tantas variables que influyen en la respuesta, que es casi impredecible la respuesta...
El lector atento notará que intencionalmente he usado una taxonomía diferente al plantear la dicotomía, que al plantear las preguntas... tómese un momento y viva la aventura de seleccionar cual corresponde a cual...

Y eso porque el problema del caos, es que historicamente nos han enseñado a pensar mal de él. "Caótica resultó la sesión donde se debatió..." y uno ya sabe que las cosas fueron mal... "Ordena esa habitación que es un caos" dice la enojada madre al pequeño... "Ibamos derecho al caos, pero dimos un giro en 360º" sentenció cierto caballero, demostrando que entre otras cosas, también ignoraba la geometría básica (es que no se acordaba, pero no era cierto).

Y claro, todas las grandes religiones, es decir aquellas que están presentes en la vida de casi el 90% de la humanidad (aún de aquellos que se declaran ateos, agnósticos o herejes) pretenden "ordenar" la vida, llevarnos a la luz y alejarnos del maligno caos...

Pero el queso es caos. Y en la mentalidad de un montón de borregos (que prefieren no correr el riesgo de acercarse al "precipicio" del caos y dar un paso adelante!) es más fácil que llegue un iluminado y les diga cual es el queso que tienen que querer...
Y lamentablemente, el iluminado jefe tóxico, de pronto, usa la historia en contra del sentido original...

Uno debe acercarse al caos, debe dar ese paso y zambullirse ("¿qué harías si no tuvieras miedo?" "Cuando dejas atrás el miedo, te sientes libre"). Uno debe preguntarse cual es el queso, a corto, mediano y largo plazo; y buscarlo por si mismo, no por otros... (ni siquiera por ese otro al que elegimos de entre la multitud para transformarse en ese "otro altamente significativo en mi vida"; pues como dicen los divorciados, se lleva el queso, y la casa, y los hijos, y....)

Quizá para algunos, el queso sea el orden formalizado. Eso es lo más lindo, al final, el órden sólo puede venir del caos... Y el caos son todas las oportunidades, libres y dispuestas...

(voy a comerme un rico queso!)