martes, 12 de febrero de 2008

Un homenaje de 25 años...

Hoy, escribo con nostalgia... Hace 25 años, en el marco del festival para formar Unima Chile, nosotros, los miembros de la Compañía de títeres Guiñol, presentábamos la obra infantil: "El Fantasmita Pluff", una historia que como su nombre indica, incluye un fantasma y por lo mismo, personajes "reales" que se desmayan...

Recuerdo estar ensayando, en medio de una tarde de febrero, en un departamento de Viña del Mar, y en uno de los momentos más dramáticos, la protagonista (cuyo nombre ahora se me escapa) cae desmayada mientras de sus labios brota el llamado a su amado: "Sebastiánnnnnnn"...

En ese momento, escuchamos voces alarmadas desde fuera de la ventana: "Señora, señora!, ¿se siente bien? ¿le pasa algo? ¿necesita ayuda?" lo cual obligó a suspender el ensayo... Al mirar por la ventana, vimos a dos señoras, ambas mayores, con la preocupación pintada en la cara: "¿está bien la señora? ¡escuchamos un pedido de auxilio!"

Se necesitaron cerca de 10 minutos para demostrarles que no era un ser humano "real", sino un personaje de una obra de títeres, mi madre, que manipulaba a la protagonista, tuvo que mostrar a la muñeca por la ventana y hacer la voz correspondiente (incluyendo el llamado "Sebastiáaaannnn") para que las señoras superaran sus temores y liberaran toda la preocupación... Por supuesto, se las invitó a presenciar la obra en el Palacio de la Rioja, donde se hacían las presentaciones, aunque nunca supe si asistieron o no.

Han pasado 25 años de esta historia. Durante este tiempo he contado varias veces la anécdota, y casi todas las veces hay un toque de humor entre la inocencia de las señoras y la excelencia de la presentación (que resultó tan creíble).

Pero hoy quiero rendir un homenaje a esas dos señoras, que tuvieron el valor y la sensibilidad social de interrumpir su camino, y llamar a viva voz ante lo que suponían, era una señora en apuros. No se contentaron con una simple respuesta, e insistieron en comprobar que nadie había sufrido. Sin duda una actitud bastante desusada en la actualidad.

Hay algo de poesía en no saber los nombres de las homenajeadas. Ellas no actuaron por interés heroíco (si alguna vive y llega a leer este homenaje, puede que hasta haya olvidado la historia) ellas simplemente hicieron lo que les era lógico y razonable hacer: preocuparse y actuar en función de sus posibilidades (aún cuando ello les significara más de un contratiempo).

Han pasado 25 años. Hoy esa anécdota me levanta el ánimo y me impulsa en un sentido éticamente correcto. Espero que lo mismo le pase a quienes lleguen a esta página y lean esta historia...

A fin de cuentas, la acción adecuada en el momento adecuado, puede no requerir más que valor y muy poco esfuerzo. Y quizá en el momento no parezca tener gran significado... o quizá si.

Estimadas señoras, nunca olvidaré la lección que hoy, después de 25 años, me siguen transmitiendo.

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